El Plural /
08/08/2006
08/08/2006
16/08/2006
08/08/2006
A.B.B.G. tenía 28 años, y rebosaba vitalidad, hace tan sólo unos días, cuando su novio decidió arrancársela a la vida. Para este, como para el resto de los casos similares, hay una explicación muy simple: “ Muchos hombres se siguen considerando los dueños de la que consideran “su mujer”. En esta convicción, aparentemente inocente, se sustenta el hecho de que cada dos o tres días a un hombre se le antoje reventar a una mujer, de la que se cree dueño, aunque tenga que ir a la cárcel, suicidarse, llevarse a sus hijos por delante, o dejarlos tristemente huérfanos.
A.B.B.G. tenía 28 años, y rebosaba vitalidad, hace tan sólo unos días, cuando su novio decidió arrancársela a la vida. Para este, como para el resto de los casos similares, hay una explicación muy simple: “ Muchos hombres se siguen considerando los dueños de la que consideran “su mujer”. En esta convicción, aparentemente inocente, se sustenta el hecho de que cada dos o tres días a un hombre se le antoje reventar a una mujer, de la que se cree dueño, aunque tenga que ir a la cárcel, suicidarse, llevarse a sus hijos por delante, o dejarlos tristemente huérfanos.
La prensa informa: “Mujer asesinada “presuntamente” a manos de su pareja”. Estamos tan acostumbrados a leer y a escuchar el “soniquete” de esta “cantinela”, que parece, como si de alguna manera, tuviéramos asumido, que a estas alturas del año, más de 42 hombres hayan decidido matar a sus mujeres, en nuestro país, con un total, a día de hoy, de 52 victimas mortales, si tenemos en cuenta los asesinatos a manos de hijos, padres, y otros familiares. “57 victimas directas de la violencia machista en solo 7 meses”, y sin contar los nueve casos insuficientemente documentados, como el de la mujer encontrada muerta con signos de violencia, en una vivienda incendiada en Mataró.
En uno de los últimos reportaje televisado, acaso con motivo del “presunto”-no puede haber mayor escarnio- asesinato de María Dolores González Villena, tras recibir 174 puñaladas, y un profundo corte en el cuello, con un cuchillo jamonero, a manos de su marido, en Granada, la vecina de una de estas últimas victimas, expresaba su sorpresa por el asesinato con expresiones de este estilo: “No lo entiendo”, “Ella no se lo merecía”; Y continúa explicando, que la víctima, no era, a su juicio, merecedora de tal castigo, puesto que reunía todas las cualidades que podían esperarse de ella, a todos los niveles.
¡Como si las mujeres que no se ajustan a los patrones de conducta preestablecidos, por la costumbre, pudieran “catalogarse” como víctimas “aceptables” de sus intolerantes maridos, que podrían justificar, según los casos, sus agresiones, en base a que la víctima se mostrase contestataria, se negase a someterse a sus deseos, lo “humillase” atreviéndose a ser autónoma, o se enamorase de otro, por ejemplo, cosa que por otro lado, nada tendría de extrañar, con semejante pareja!.
Pero lo preocupante no es sólo que una persona sea capaz de encontrar justificados algunos asesinatos machistas, si no que todavía haya gente, que considere, como un legitimo derecho del hombre, la agresión, hasta el asesinato, de su propia pareja, en “determinadas circunstancias” relacionadas con el “honor”, llegando a estar regulada la pena de muerte, femenina, por adulterio, en varios países.
Un importante obstáculo para la superación de esta lacra, es la extendida idea de que la violencia doméstica se produce sólo en esos casos aislados, que llegan a los tribunales, y a la prensa, muy lejos de afectar a la mayoría; Cuando, todo lo contrario, hay que entender que los casos de violencia física, son sólo la punta del iceberg, de una cultura tradicional y marcadamente machista, consentida y callada por gran parte de la sociedad.
Las diferentes formas de violencia sexista se encuadran en un planteamiento cultural muy generalizado que salpica de “anécdotas” la vida cotidiana, y así, una amiga rechazó mi invitación a cenar con un grupo de compañeras, porque quedaba fuera del horario que le marcaba su marido; Otra nos contó, en esa misma velada, que iba a renunciar a un cargo de responsabilidad, por los celos de su compañero; Y una tercera, tras acudir a la cita, sin la absoluta conformidad del esposo, se pasó la noche angustiada, pendiente del móvil, para regresar la primera al hogar conyugal, y acabar pagando su atrevimiento, con una serie de gestos violentos, portazos, voces, insultos, descalificaciones, y otras intimidaciones con las que su “ofendida” pareja, acostumbra a coartar, los gestos “independentistas” de la “insumisa” esposa.
Nuestra ley contra la Violencia de Género, pionera en Europa, no logra variar la tendencia, por unos arraigados “valores” culturales -tradicionalmente discriminatorios para las mujeres-, que admiten, con naturalidad, el control masculino sobre la “propia” compañera, imponiendo a las mujeres casadas o con pareja, costumbres, de dependencia, en apariencia, voluntariamente asumidas por gran parte de las afectadas, y que implican el sometimiento a la aprobación conyugal de sus más mínimos movimientos, proyectos, y decisiones.
De momento la ley está ayudando a que un mayor número de las maltratadas se atrevan a acudir a los juzgados, según se deduce en un estudio realizado en Vitoria, donde se atendieron un 43,2 por ciento más, de casos de violencia doméstica, que en el ejercicio anterior, pero el número de víctimas mortales no desciende, y ya van más de 40 en siete meses.
Milagrosa Carrero Sánchez
Profesora de Secundaria
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