miércoles, marzo 08, 2006

8-M, UN GRANITO POR LA DIGNIDAD HUMANA

Hemos andado mucho en los últimos 50 años en la lucha de la sociedad para que todos gocemos de las prerrogativas que nos otorga la dignidad humana, pero falta mucho camino, y sirve cada paso.

MILAGROSA Carrero (08/03/2006)

Día de la mujer trabajadora, día del árbol, día de la paz, de la lucha contra el cáncer... el listado de conmemoraciones con las que intentamos reforzar las grandes aspiraciones de nuestra sociedad, abarca prácticamente todos los días del año, y aunque son muchos los que no encuentran el sentido de tantas celebraciones, sí sirven de altavoz a las conciencias, y logran, al menos, gestos puntuales por parte de instituciones, colectivos o particulares, ya tienen justificado su sitio en el calendario.

Entre esta larga lista de conmemoraciones, el día 8 de marzo viene a recordarnos la trascendencia que la relativamente reciente incorporación de la mujer al ámbito laboral les ha supuesto a ellas como personas, a sus familias, y a la sociedad en general.

No sería juicioso que olvidáramos que hasta hace apenas dos generaciones, la gran mayoría de las mujeres de este país eran educadas para ser amas de casa y depender económicamente de un hombre, que incluso administraba los bienes que ella aportaba al matrimonio. Con los dedos de las manos podríamos contar las opciones profesionales de una española, del primer cuarto del siglo XX, que se quedara para vestir santos . Hemos de reconocerles a este reducido grupo de pioneras, entre las que se cuentan labradoras, lavanderas, criadas, vendedoras, enfermeras, y maestras, el mérito de ser las primeras en asumir esos roles, tímidamente diferentes, al de la simple dependencia económica que le venía siendo asignado a la mujer.

En los últimos 25 años, la mujer española ha ocupado puestos en prácticamente todo el abanico de profesiones existentes, incluyendo aquellas tradicionalmente masculinas, como la carrera militar, la marina mercante, o los toros, llegando a ser chicas la mayoría de los alumnos universitarios. Hoy nadie se sorprende de ver a una mujer conduciendo un camión, o haciendo mezcla en una hormigonera. Y si bien las diferencias aún se dejan notar, en ciertos sectores como el del fútbol profesional, pocas profesiones se mantienen inaccesibles a una españolita que venga hoy al mundo, por su condición femenina, si no consideramos como tal el sacerdocio católico, y su equivalente, en las grandes religiones monoteístas mayoritarias.

Esta revolución pacífica que coloca a la mujer en una posición de poder, próxima a la del hombre, es la consecuencia de su recién adquirida capacidad económica. Un trabajo remunerado equivale a la independencia, a la posibilidad de decidir sobre la propia vida , y supone la materialización de las más profundas aspiraciones que nuestras madres y abuelas soñaron para nosotras, y por las que en muchos casos entregaron su esfuerzo las mujeres de generaciones anteriores.

Pero trabajar fuera de casa ha supuesto para las mujeres trabajadoras el sacrificio de asumir una doble o triple jornada laboral, durante el duro y largo periodo de adaptación de nuestras estructuras familiares y sociales --que aún no ha acabado-- a la nueva situación. Y hemos visto como los hombres han entrado en las cocinas, han aprendido, en muchos casos, a compartir tareas y responsabilidades hasta hace poco exclusivamente femeninas, como cambiar pañales, tender o planchar, y con el esfuerzo de todos, los hogares se han empezado a adaptar, para algunos muy deprisa, pero no así para la mujer trabajadora que aún, hoy por hoy, sigue dedicando a las tareas domésticas un porcentaje de horas muy superior al de su compañero, una vez completada su jornada de trabajo .

Campañas como la de la Diputación de Córdoba, promoviendo el reparto equitativo de las responsabilidades familiares entre hombres y mujeres mediante una labor de sensibilización que promueva un cambio de actitudes, son de vital importancia si logran un mínimo de sus objetivos. Una idea que se impone es la reducción progresiva de la jornada laboral completa de los trabajadores, favoreciendo la conciliación del trabajo y las responsabilidades domésticas, a hombres y mujeres.

Este espíritu conciliador de la vida familiar y laboral, es el que ha animado la elaboración de la ley para la igualdad , cuyas medidas quieren ser un primer paso que facilite a las parejas el conjunto ejercicio de las responsabilidades y tareas familiares. La ley, que ha supuesto otro pulso entre la patronal y los sindicatos, se ha quedado a medio camino entre las pretensiones de ambos colectivos, ya que obliga a incluir en los convenios planes de equidad salarial y de igualdad de oportunidades, pero deja en manos de estos convenios los detalles de su materialización. Por tímida que resulte, la nueva ley supone un importante avance para las trabajadoras españolas si tenemos en cuenta que sus actuales dificultades de conciliación, han obligado a 100.000 de nuestras trabajadoras a abandonar su empleo en el 2004, frente a sólo 3.000 hombres, según puntualizaba, entre otras cifras, el Periódico Extremadura, en su editorial del día 2.

Pero si la vida de la mujer trabajadora es dura, tanto peor es la situación de la mujer parada , si consideramos que en España el número de mujeres que demandan empleo, es el doble que el de hombres, y la tasa de actividad femenina, de un 36%, la mitad de la media de los países de la OCDE. Valga como dato que una mujer de entre 45 y 64 años que busque empleo, tiene la cuarta parte de posibilidades de encontrarlo que un hombre de su misma edad. Si hemos andado mucho en los últimos 50 años en esta interminable lucha de la sociedad para que todos sus miembros gocemos de las prerrogativas que nos atribuye la dignidad humana, falta mucho camino por hacer, y sirve cada paso. No escatimemos el granito de arena de cada 8 de marzo.

*Profesora de Secundaria

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo nunca las he visto tan bien puestas como ESTAS...