sábado, julio 08, 2006

ENTRE LA OBLIGACIÓN Y LA DEVOCIÓN

El Plural / Tribuna libre
TRIBUNA LIBRE
08/07/2006

En esa línea difusa en la que como un inalcanzable horizonte se mezcla lo religioso y lo mundano, libran cada día sus batallas los príncipes de la iglesia. Porque la jerarquía eclesiástica trae de cabeza al paciente “pueblo del señor”, y no me refiero al “pueblo elegido”, que aunque suena parecido es el Judío, si no a los católicos, que acostumbrados a fluir cuan marea humana, a merced de las insondables decisiones de su cúpula, se ven frecuentemente obligados, a doblegarse, a las inclinaciones políticas de los que deberían ser sus guías espirituales.
Para el “rebaño del señor”, familiar calificativo con el que los católicos practicantes tienen la humildad de autonombrarse, no tendría qué suponer un problema su predisposición a la obediencia, si no fuera, claro está, cuando las contrapuestas posturas de sus obispos, los dejan materialmente sin rumbo. Y eso precisamente acaba de ocurrir en esta ocasión, que dos obispos influyentes como Rouco Varela y Cañizares, se han permitido contradecir al propio presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, y a la misma Asamblea Extraordinaria de los obispos, celebrada los pasados 21 y 22 de junio, contra su decisión de no pronunciarse en el tema de la unidad de España, por no considerarlo incumbencia de la Iglesia. Entre el “Amar a la patria es un deber”de los dos disidentes, que han llegado a pedir, a sus fieles desde el púlpito, que recen por la unidad de España, y la postura de la Asamblea Extraordinaria de los obispos, desestimando declarar la unidad de España como un bien moral, y en contra de la pretensión de los primeros, se “cuecen” todos los ingredientes de una verdadera guerra política.
Y es que en el seno de la iglesia lo mismo hay gente del PP, que del PSOE, como ocurre entre agnósticos y ateos, pues la religión no es patrimonio de monárquicos, o republicanos, ni la fe depende de los planteamientos políticos o de las inclinaciones sexuales.
Quizás por este motivo, tampoco parece que la intención de Cañizares y Rouco, de establecer como “bien moral” la unidad de España, hayan hecho mucha gracia a los cristianos de base, que han reaccionado manifestando al mundo su desacuerdo por no decir indignación, como hemos visto en el artículo publicado el domingo en El País, por el dominico y periodista Quintín García, que no duda en acusar a estos obispos de “invadir la conciencia de los cristianos” para “arrastrarlos a unas posiciones políticas determinadas”, opinión en la que coincide con el periodista y jesuita Pedro Miguel Lamet, que aclara que “ el evangelio no habla de fronteras” , o con la del teólogo Juan José Tamayo que especifica que no estamos ante un problema teológico sino político. El asunto ha resultado tan bochornoso que ha saltado nuestras fronteras, y hasta Francesco Cossiga ha pedido al Vaticano desde Italia, que intervenga para evitar lo que ha llamado el "coletazo neofranquista".
Para los católicos de a pié la “salida de tono” de Rouco y Cañizares, evidenciando las contradicciones internas de la iglesia, es lo que se dice una “faena”, porque desnuda ante los ojos de “los hombres”, el dudosamente moral hábito de la cúpula católica, de manipular a los creyentes en función de sus intereses políticos y económicos, como si fueran los activos de un negocio.
El invento de utilizar la fe de las personas para manipularlas, es muy anterior al cristianismo, y tampoco es exclusivo de la religión católica, pero aunque conocido, y después de haber sobrevivido a tantos avatares de la historia, aun conserva gran parte de su eficacia entre los fieles.
¡Cuantas veces los curas no han hecho apología contra la política del gobierno manipulando a sus feligreses, contra las leyes del divorcio, del aborto, de la investigación con células madre, o de los matrimonios entre homosexuales!
Pero el alumbramiento de este nueva “catalogación” es tan nuevo, que tendremos que estar atentos a las aplicaciones que le encuentren los estrategas de la política eclesiástica, que bien podrían proponer a la Conferencia Episcopal cosas tan pintorescas como que proclamen “bien moral”, por ejemplo, la anexión de Portugal, o la recuperación de las colonias españolas, o vender la expresión como eslogan publicitario para la próxima campaña electoral. Total ya puestos a mezclar las cosas, siempre se encuentran pretextos entre la obligación y devoción.

Milagrosa Carrero Sánchez
Profesora de Secundaria

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