martes, agosto 07, 2007

Vacaciones de verano

07/08/2007
1. agosto. 2007
Esto de las vacaciones de verano es un concepto cuya existencia llegué a conocer, sólo de oídas, en mi infancia. Por aquel entonces, escasamente un par de familias de mi pueblo se iban de vacaciones, porque como ni el ganado, ni el campo, dejan de producir durante el verano, la mayoría de ellas, dedicadas a estos menesteres, ni se planteaban salir del pueblo. En aquellos primeros y cándidos años de mi vida jamás fantaseé con la idea de veranear en la playa, ni observé en mis padres y abuelos que tal proyecto les inquietara en momento alguno.

Digamos, que entre los vecinos de la villa no existía, a fuerza de no planteárselo, la necesidad de escapar periódicamente, cada año por las mismas fechas, y en sus mentes no cabía, ni mucho menos, la pretensión de dejar desatendidas sus haciendas, a pesar de lo cual, les mentiría si les digo que los meses estivales se vivían de igual manera que los del resto del año.

Bien al contrario, con el verano se abría la temporada de pesca y las típicas tencas entraban en el menú cotidiano. Pero no sólo llegaban las tencas sino el arte de pescar, que básicamente consistía en tender la caña y permanecer durante horas observando si se hundía la boya . Y para aliviar los rigores de la canícula nos remojábamos allí mismo. Porque, aunque ahora cuesta trabajo imaginar un verano sin piscina, entonces, que excepto en las ciudades, solo las había naturales, no se apreciaba ningún problema en bañarse en las mismas charcas en las que se pescaba y en las que simultáneamente abrevaba el ganado.

XPERO ELx programa estelar, era la nocturna práctica de la corrobla que consistía en sentarse en una silla, en la puerta de la propia casa, a tomar el fresquito , mientras se observaba, dicho sea de paso, bajo un manto de estrellas que no sabría describirles, pero que nunca he vuelto a ver, el goteo de la gente que prefería pasear, y que a su vez iba, ya saludando, ya compartiendo tertulia, de puerta en puerta. Aunque tampoco faltaba el cine de verano, en el que casi nadie pagaba. Lo sé de buena tinta porque era de mi abuelo, y recuerdo que además de los veinte nietos, los hijos y otros parientes, tampoco pasaban por taquilla, ni el cura, ni los guardias, por lo menos, y en general las fuerzas vivas, que se decía entonces. Por lo que a mí respecta, el simple hecho de que, en la estación estival, las monjas no nos obligaran a llevar el uniforme para ir a clase, ya era un cambio importante, aunque continuáramos, con mínimas alteraciones, el horario habitual y ni siquiera se interrumpieran las clases.
Por sorprendente que os parezca entonces nos podíamos sentir afortunados sin ni siquiera pensar en unas vacaciones más allá del pueblo.

Todo esto parece un cuento ahora, que salir de vacaciones es obligado, y que a partir de la luna de San Juan se empieza la conversación con un ¿no os vais de vacaciones? , en cada encuentro, extendiéndose ampliamente sobre este tema, por una elemental cuestión de cortesía, y sabiendo que no corresponder a la pregunta sería tan inapropiado como no preguntar por la familia.

La idea de que hay que desconectar se ha impuesto, y el fenómeno es tan masivo que se produce una especie de huída estival. Los hay que se marchan a conocer otro mundos, y los hay que se conforman con huir del suyo, aunque sea a casa del cuñado o de la suegra, con tal de tomarse la cerveza en los Caños de Meca, en vez de en Cáceres. Los dos planteamientos son muy respetables, aunque no se puede decir que esta experiencia salga barata, porque sin contar las horas de caravana, las esperas en estaciones y aeropuertos, el calvario de preparar las maletas, y el rollazo de deshacerlas, sale, traduciéndola al euro, por un pico y hasta hay quien se empeña para poder pagársela.

Ahora pasar las vacaciones sin abandonar la residencia habitual, de manera voluntaria, es una opción tan impensable, para la mayoría, que casi requiere una justificación, ante los demás, y arduo complicado de explicar, por la sorpresa que causa, sobre todo si la excusa no es buena. Pero ¿cómo decirles que odias deshacer las maletas, y que te espanta la operación salida, que en ningún hotel estás tan cómodo como en tu casa, y que donde mejor duermes es en tu cama, o que además no estás dispuesta a recortar gastos de aquí y de allá, durante todo el año, para salir, también tú, de vacaciones de verano ?

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