Socialdemocracia.org
10.04.2007
Extremadura la día
05 abr 2007
Milagrosa Carrero
España se sitúa en el segundo puesto del mundo tanto en número de turistas extranjeros que nos visitan a lo largo del año, -5.5 millones en 2006- como en ingresos por turismo.
En Semana Santa el país entero está de fiesta, la primavera invita a salir, y la gente se echa a la calle rebosando terrazas y "chiringuitos" El turismo acude, cada Semana Santa masivamente, al calor del "jolgorio" y del ambiente procesional, que entre lo sagrado y lo profano, combina la fragancia del incienso con los aromas etílicos del vino y la cerveza, y un estimulante olor a tapas.Si tradicionalmente era la playa el destino turístico de las masas durante la Semana Santa, ahora el interior compite por igual, gracias a la pintoresca oferta de una multitud de fiestas más o menos religiosas ¿Saben ustedes cuantos pueblos y ciudades españolas se enorgullecen de tener una Semana Santa declarada de "Interés Turístico Nacional"? más de cuarenta, sin precisar, desde Alcira en la A, hasta Zamora en la Z, pasando por Cáceres, Ciudad Real, Granada, Huelva, Jaén, Málaga, Murcia, León, Palencia, Valencia o Valladolid, todas ellas con ritos además de típicos, muy cuidados desde el punto de vista escénico.
Hoy la gente acude en tropel a escuchar la tamborada de Calanda, a ver los Empalaos de Valverde de la Vera (Cáceres), la Folía de San Vicente de la Barquera (Cantabria), el Misterio de la Pasión de Moncada (Valencia), o a compartir la exaltación del vino de la zona del Ribeiro en Ribadavia (Orense), por señalar algunos ejemplos de entre las muchas fiestas que estos días mueven a la población.
Porque lo que antes era una manifestación de fervor religioso, hoy también es un llamativo, conmovedor incluso, a veces, espectáculo, donde el montaje de la abundante imaginería, los ricos mantos, los detalladamente decorados pasos alfombrados de flores, la música de las bandas, las saetas, los penitentes rompiendo el silencio, y hasta esa fe religiosa de unos pocos, se combinan para ofrecer un espectáculo incomparable que traspasa la frontera de la mera manifestación artística, seduciendo a muchos miles de turistas, que medidos en términos de capital, son un nada despreciable factor dinamizador de nuestra economía.
Para esta Semana Santa se han previsto 1.5 millones de desplazamientos. Los pueblos y las ciudades burbujean y los hoteles rozan el lleno. Pero como los efectos de las fiestas se dejan sentir para lo bueno, y para lo malo, hay que recordar que el año pasado, por dichas fechas, se mataron 110 personas en las carreteras, y este año ya se han cobrado 34 muertos, en la primera operación salida, 43 personas hasta este instante y en solo cuatro días.
Porque no se trata solo del impacto sobre el sector hostelero o del comercio, ni de la industia de las flores, ni de los talleres de restauración, ni del sector textil, ni de las fabricas de complementos como las de velas artificiales, etc.. se trata de un efecto mariposa que afecta a todos los aspectos de nuestra vida, desde el consumo hasta el incremento de los precios.
Y es por esto, por lo que la Semana Santa que hoy tenemos, no es ya una simple manifestación espontánea, si no una fiesta promovida y subvencionada por las administraciones públicas, que valoran, en su medida, la importancia económica del fenómeno.
En la actualidad no hay Ayuntamiento, ni comunidad autónoma, que independientemente de su color político, no subvencione ampliamente a las cofradías, cuyas necesidades abarcan desde la restauración de imágenes y pasos, hasta la conservación del rico patrimonio que atesoran, pasando por la construcción y el mantenimiento de las indispensables naves y ermitas dedicadas a la recogida de los pasos, a lo largo del año.
La semana Santa es una mezcla de música y color, de arte y de ritos religiosos, de gran megamercado, y de oferta turística variada, aderezada con todo lo que concibe la imaginación para sacarle jugo a la primavera, que aunque indudablemente parte de un sentido religioso, es sin duda, algo más que devoción.