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sábado, noviembre 29, 2008

TONELADAS DE ESTIERCOL POR SI PLANTAMOS UNA MACETA



¿A quien le importa que las mujeres sólo posean el 10% de los recursos mundiales, cuando aportan dos terceras partes de las horas de trabajo?. ¿A quien le preocupa que las mujeres tengan apenas 28,3 por ciento de empleos de buena calidad cuando la participación femenina en la fuerza de trabajo es ya del 57? ¿Quién se preocupa porque dos tercios de los analfabetos del planeta sean mujeres y niñas, medio millón de mujeres mueren cada año durante el embarazo o el parto, haya más mujeres infectadas de sida?

Sin tregua, hasta la Victoria, y cuando el sistema se vanagloria de haber idiotizado a las nuevas generaciones, el ninguneado movimiento feminista, hoy tachado de difuso, e intercalado entre las filas de los partidos políticos, mantiene las ascuas vivas de la difícil lucha por la igualdad.

Y es cierto que mucha gente no quiere ni oír hablar del tema y que otros han caído en la trampa de creer que la igualdad entre hombres y mujeres es un derecho menor, los mismos que tildan de aburrido el mero hecho de mantener viva la reivindicación de este derecho y que, probablemente, el día contra los malos tratos, se llevan las manos a la cabeza escandalizados por los últimos asesinatos machistas, cuando su base es la discriminación y nos consta que dejarían de existir si hombres y mujeres nos asumieramos como iguales.

Ayer desde Área de la mujer de Izquierda unida de Cáceres un hombre y una mujer rodeados de un inquebrantable grupo de compañeros y compañeras, recogieron, por un rato, el testigo de la lucha, en una mesa redonda analítica, instructiva, amena y comprometida. Uno de ellos, Manuel Cruz analizó la consideración histórica que se ha concedido a la discriminación en el PC, tanto sobre el plano teórico como sobre su aplicación en la cotidianeidad de su estructura. Milagrosa Carrero, una servidora, incombustibles militante de esta lucha, se atrevió con la ponencia: El Patriarcado, justificación ideológica de una discriminación milenaria. Un nombre muy largo para una presentación didáctica de cómo más de diez mil años de propaganda machista acaban por convencernos fácilmente de que un elefante es un canario o de que compremos varias toneladas de estiércol por si decidimos plantar una maceta.

A los que estáis en el carro de esta historia gracias por tirar conmigo. Y a los que pasan, una pena , pero ellos que se lo han perdido.

Milagrosa carrero


jueves, mayo 22, 2008

La publicidad y el patriarcado

La publicidad y el patriarcado

Jueves 22 de mayo de 2008, por
Milagrosa Carrero Sánchez

Durante diez mil años de cultura patriarcal la mujer ha vivido sometida en todo momento al hombre.

A lo largo de estos años la mujer ha sido comprada y vendida, traspasada de padres a esposos o en su defecto a hermanos, ha sido desposeída de los bienes, privada incluso de la administración de su propio salario y por supuesto de toda posibilidad de participación social o política.

Pero las medidas legales de opresión hacia la mujer ha venido acompañada de otras de tipo publicitario, que ha lo largo de los siglos han machacado su imagen. Así la imagen de la mujer viene asociada a los grandes males de la humanidad. La Biblia, como es lógico en un texto al servicio de una cultura patriarcal asociada a las grandes religiones monoteístas de dioses masculinos, le atribuye la autoría del pecado original causante del dolor y de la condenación humana, además de presentarla como a un ser inferior, fabricada de una costilla del hombre, hecho a imagen y semejanza del dios padre. No es casualidad que la Iglesia católica no admitiese que la mujer tenía alma hasta hace poco.

También para reforzar la posición de sometimiento de la mujer se han utilizado recursos propagandísticos. Y en ese sentido durante la friolera de 100 siglos se ha asociado el ideal femenino a una mujer sumisa, obediente, recogida, prudente, y dócil. Lo femenino ha sido lo frágil, lo adaptable, lo delicado, lo dulce, lo generoso, lo desinteresado, lo solidario, y otra serie de cualidades ideales en una esclava, frente a la fuerza, la seguridad, la eficacia, la inteligencia, la firmeza, la autoridad y la competitividad cualidades, consideradas todas ellas como impropias de una mujer, que se le han sobrentendido gratuitamente al hombre.

Y en este punto me pregunto: «si dos semanas de anuncios en televisión acaban por convencernos de que nos inclinemos por «tal o cual» producto ¿Qué no habrán podido hacer 10.000 años de pintar una falseada imagen femenina que sólo pretende mantener a la mujer reducida a un papel de dependencia?».

En efecto, actualmente las mujeres occidentales hemos logrado que se promulguen leyes igualitarias, nos hemos incorporado al mundo laboral y hemos protagonizado una revolución sexual. Ahora somos dueñas de nuestro propio cuerpo, y sin embargo los diez mil años de propaganda machista nos siguen asociando a la imagen de sexo débil, una realidad que se traduce en unos datos estadísticos que revelan que a la hora de nombrar a una persona para un cargo tendemos a elegir muy mayoritariamente a hombres cuando la elección se basa en criterios subjetivos, por entender que como tales están dotados de las cualidades asociadas al rol masculino, mientras que los resultados de las selecciones fruto de pruebas objetivas como exámenes tipo tex son favorables a las mujeres, que se ven obligadas a doblar su esfuerzo para demostrar que poseen las cualidades, todavía consideradas patrimonio masculino y aun vistas como impropias de la mujer, necesarias para competir «más allá del ámbito del hogar».

Sirva como ejemplo un comentario que oí a raíz de la formación del primer gobierno español con más mujeres que hombres, tristemente de boca de unos señores que se consideran progresistas, y que cito textualmente: «Si van a hacer lo mismo que los ministros ¿para qué queremos que pongan a mujeres?, para eso me da lo mismo que sean todos hombres».

Pues bien, sabes que os movéis a merced de la publicidad y el patriarcado.