Libertad siete
03 oct 2007
03 oct 2007
La historia de nuestra monarquía es una historia llena de requiebros para sobrevivir en un país de dudosa vocación monárquica. Pero ni los múltiples cambios de dinastía, ni la "reconversión" de la Corona al régimen de Monarquía parlamentaria o a la actual democracia, ni tan siquiera el posicionamiento del Rey un 23 de febrero contra el golpe militar de "Tejero" han sido capaz de acallar las antimonárquicas conciencias de muchos españoles de izquierdas y derechas, que en ese aspecto pueden incluso llegar a coincidir.
Y así hace unos días leíamos en los periódicos la propuesta del pleno de Humilladero -un pueblecito andaluz de 3.000 habitantes- , avalada por los votos de IU, y del PSOE, de que se proclame la "Tercera República Española". No es nada extraordinario, y a pesar del revuelo que ahora se ha formado ya otros Ayuntamientos andaluces están organizados en una plataforma que pretende acceder por la vía democrática a la "Tercera República", y hace tiempo que han hecho un llamamiento a todos los ciudadanos, colectivos sociales, cargos públicos, y a otras ciudades para que apoyen la iniciativa y respalden las reformas constitucionales necesarias para acceder a un modelo de Estado republicano.
En efecto, el sentimiento antimonárquico está hóndamente arraigado en una gran parte del pueblo español que no comprende por qué ha de reinar la dinastía de los Borbones y no la de los García, los Sánchez, o los Rodríguez, que suena más español y con no menos merecimientos. Y es que a algunos les cuesta trabajo entender que frente a las penurias de pagar, a duras penas, el alquiler de la vivienda, o de hipotecarse de por vida para tener un techo, los príncipes hayan disfrutado, por cuenta del presupuesto del Estado, de magníficas "residencias" desde que han sido independientes, por no hablar de otros privilegios. Desde luego tampoco es fácil de comprender que en una democracia, en la que se supone que todos deberíamos tener las mismas oportunidades, según la Constitución, los cargos de Rey, y de Jefe del Estado no estén sujeto a la voluntad popular expresada en las urnas, ni sean accesibles tampoco a todos los españoles.
Así no es de extrañar que encontremos plataformas de ciudadanos por la tercera república en todas las comunidades autónomas, ni debe sorprendernos que Esquerra Republicana de Catalunya proponga, sin ir más lejos, que el Monarca no siga al mando de las Fuerzas Armadas y que en su lugar el Presidente asuma esa responsabilidad.
Y mientras, en las últimas semanas, se han quemado fotos del rey, se ha satirizado a los príncipes en los medios, y se ha izado la bandera republicana, en medio de un asentado ambiente democrático, y en una especie de pulso con la justicia que, por otra parte, ha de hacer valer el derecho a la libre expresión de las ideas, como una bola de nieve que se engorda en su caída, el incidente que llevó el 14 de mayo del año pasado, a la detención de Jaume D'Urgell por sustituir la actual bandera de España por la republicana es ahora el germen de nuevas manifestaciones republicanas como las dos del jueves 4 en Madrid, en apoyo de los acusados.
Pero como "a río revuelto ganancia de pescadores" algunos aprovechan las buenas intenciones de los republicanos convencidos para "hacer ruido" a pocos meses de las elecciones. Es lógico que el mismísimo Presidente haga unas declaraciones de apoyo a la Institución monárquica, y a la figura del Rey aludiendo al largo periodo de bonanza económica y de estabilidad democrática que ha coincidido con su reinado, argumento parecido al del mismísimo Juan Carlos, que por cierto, y hablando de bonanza económica, se dice que es el tercer monarca más rico de Europa con una fortuna estimada en 1.700 millones de euros, según cálculos recién publicados por medios belgas.
Y para que resulte más entretenido siempre hay quien sale por "peteneras", con que si el Rey se ha ganado al pueblo, o si le cae bien a la gente, como si eso cambiara el fondo de la cuestión que subyace a este revuelo mediático antimonárquico, que se alimenta en las aspiraciones de los republicanos españoles, que no somos pocos.
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