viernes, diciembre 02, 2005

¿INTEGRAR CULTURAS O CONVIVIR?

La integración de las culturas es un fenómeno que se produce de manera espontánea muchas veces, pero en periodos muy prolongados.

MILAGROSA Carrero (02/12/2005

Vivimos tiempos revueltos en los que la globalización y el cosmopolitismo conviven con ardientes nacionalismos y con arraigadas creencias religiosas. Son fenómenos, que junto a las grandes desigualdades territoriales existentes en las distintas regiones del planeta, y los incontrolables flujos migratorios de población nos preocupan a todos, especialmente al mundo desarrollado de la vieja Europa. Estos días hemos asistido a la Cumbre del Mediterráneo, en la que han quedado patentes las profundas divergencias, de partida, que separan a occidente del mundo árabe. La ausencia de la mayoría de los líderes africanos y de Oriente Medio han dejado al descubierto la abismal brecha abierta entre dos mundos que, sin embargo, necesitan el entendimiento para lograr una convivencia armónica que favorezca la paz.
Los países europeos, principales receptores de los emigrantes africanos y árabes, entienden que han de contribuir desde el estado de bienestar que gozan al desarrollo de la cuenca mediterránea y al tiempo ofrecer su mediación para acabar con los conflictos armados que padecen algunos de los países de la zona, y con los atentados indiscriminados que se suceden a ambas orillas de la cuenca. No obstante, la desconfianza de los países árabes no puede extrañarnos si tenemos en cuenta la activa participación en la inacabable guerra de Irak, de algunos de los países europeos, como Gran Bretaña, que presidiendo el encuentro hacía previsible el escaso éxito de la convocatoria. Así como las diferencias económicas entre la población europea y la de los países de la margen sur del Mediterráneo son patentes, las culturales y políticas no son menos importantes. Los intereses culturales políticos y económicos de las diversas culturas, lejos de coincidir parecen estorbarse y sin embargo a pesar de los aparentemente irreconciliables planteamientos, los pueblos mediterráneos están, hoy por hoy, abocados a convivir. No hay que irse a América para comprender lo dañino que puede resultar la cohabitación en guetos de las diferentes etnias y culturas. En los países europeos también contamos con más de un ejemplo a no seguir como modelo de convivencia. Recordemos, sin ir más lejos, la explosión de violencia vivida recientemente por la vecina Francia. La historia de Europa está salpicada de ejemplos de cohabitación intercultural con resultados hasta cierto punto comparables. Y esa misma experiencia nos indica la sutil línea que separa una pacífica convivencia de un conflicto interétnico.
Pero para entender estas dinámicas, es necesario salir a la calle y mezclarse con la gente, hasta sumergirse en la cultura del pueblo receptor y del pueblo recibido, del invadido, y del invasor, en unas ocasiones, o del colonizado y del colonizador en otras: Comprobaremos que cada uno tiene sencillamente miedo frente al otro. El miedo es un mecanismo de defensa que alerta a todos los animales frente a lo desconocido, y frente al peligro. Su presencia es natural e incluso necesaria, dejando a un lado las reacciones agresivas. Hay que entender, que un pueblo o civilización que lleva toda una historia de lucha por alcanzar un modelo de convivencia con sus mártires y sus héroes, toda una vida luchando por conseguir el reconocimiento y respeto de unos determinados derechos, sienta pánico por su universo ante la llegada de una cultura extraña, que percibe como agresora. Claro, que si hablamos de miedo, más acuciante es siempre el del emigrante que falto de recursos e ignorante del idioma, normalmente se instala en una comunidad cuyas costumbres desconoce y que desconfía en muchas ocasiones de él.
Admitamos pues, que la primera reacción en el encuentro de dos culturas es de recíproca desconfianza. En España, por ejemplo, tras una dolorosa guerra civil bañada de la sangre de nuestros padres y abuelos, hemos aguantado cuarenta años de vergonzosa y humillante dictadura, esperando ese momento histórico que nos permitiera recuperar un régimen democrático. Muchos han trabajado por ello desde la clandestinidad de aquella pesadilla. El proceso de recuperación de las libertades civiles, ha consistido en una cuidadosa y pacífica transición, en la que se ha evitado herir susceptibilidades y todos hemos transigido. En cuanto a la mujer española, tras años de sometimiento y discriminación, ha logrado en este último periodo de nuestra historia, recuperar la igualdad legal que fugazmente disfrutó en tiempos de la república. Ha conseguido el respeto del conjunto de los españoles, hombres y mujeres, y el respaldo de la ley. La educación, que es mixta en la actualidad e igual para ambos sexos, contempla entre sus objetivos la equidad, la eliminación de los elementos sexistas, los prejuicios, y los roles, que dificultan la igualdad real de oportunidades para ambos sexos. Tiemblo sólo al pensar que mis hijas y mis posibles nietas, puedan volver a convertirse en ciudadanos de segunda . Estos son nuestros valores. Hemos luchado por ellos, y ante la multitud de culturas que nos invaden actualmente, tenemos miedo de una pérdida de identidad, de un retroceso cultural en nuestras conquistas. Pero con todo lo difícil que resulta el problema de la convivencia, la solución la saben hasta los niños: el respeto a las normas de convivencia recogidas en las leyes, y al resto de los ciudadanos, porque si todos evitamos avasallar al vecino y nos movemos dentro de unas reglas aprobadas por un parlamento popularmente elegido ¿dónde está el problema?
Demasiadas veces a lo largo de la historia se han impuesto las costumbres, la religión, o el idioma. Nunca pacíficamente. La integración de las culturas, en cambio, es un fenómeno que se produce de manera espontánea, en muchas ocasiones, pero en periodos demasiado prolongados de tiempo. Pero mirando a corto plazo y pensando en ahora mismo, quizás lo más práctico sea respaldar la legalidad vigente y apoyarnos en el respeto mutuo entre las personas y los pueblos, si no, para una integración de las culturas, sí al menos, para alcanzar una vida plenamente satisfactoria dentro de una convivencia plural.

*Profesora de Secundaria


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